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Pequeño cuento para entender cómo se siente, el que se siente desesperado… Quizás así, podamos ayudar.
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"Etrëus… como muchos personajes y protagonistas de cuentos e historias, conocía la magia de las Leyendas, los milagros de algunos Magos, y el poder de ciertos Reyes que sin llevar corona y sin tener un reino, poseen más riquezas de espíritu que aquellas que se podrían medir en dinero o títulos.
"Etrëus… como muchos personajes y protagonistas de cuentos e historias, conocía la magia de las Leyendas, los milagros de algunos Magos, y el poder de ciertos Reyes que sin llevar corona y sin tener un reino, poseen más riquezas de espíritu que aquellas que se podrían medir en dinero o títulos.
Sabiéndose aún algo vivo, pero sintiéndose muerto en su día a día… decidió tomar la que consideraba su última decisión… ir a visitar una a una a aquellas personas que curaban y sanaban, que recetaban milagros, y hacían de la nada algo extraordinario. No veía otra opción y no tenía fuerzas para mucho más.
Cogió sus pertenencias, las pocas que le quedaban, y algo de comida para el camino… no necesitaba mucho, ya hacía tiempo que a pesar de seguir respirando, a pesar de que su corazón latía, a pesar de que sus piernas anduviesen… se sentía muerto.
La primera persona a la que decidió visitar era Brundiad, una mujer de las altas montañas que decían que conocía el corazón como nadie, y recetaba un ungüento de hierbas especiales que sólo era posible cultivar en altura y con un cuidado y conocimiento similar a la alquimia.
Allí llegó tras 3 semanas de marcha… y allí estaba ella, tan bella como contaba la Leyenda, tan paciente en su escucha como narraban las historias y tan Sabia como se deseaba. Y allí le esperaba ella en la puerta como si hubiese olido la desesperación del alma que llegaba en busca de remedio.
Pasaron juntos largas horas, tomando té de hierbas, al amparo de velas y de palabras. Escuchó cada sentimiento, limpió cada lágrima de su visitante, y escuchó… Escuchó toda la historia y se enmudeció. Era la primera vez que enmudecía, no le había pasado jamás. Y al terminar, ella también soltó lágrimas de dolor por lo que iba a decir.
-No puedo ayudarte Etrëus… Tienes razón, estás muerto en vida, sin embargo creo que te puedo decir quién puede ayudarte… Le conozco, es el Rey de un pequeño pueblo a cinco días de camino. No pensé que mi magia algún día no fuese suficiente, pero hoy ha llegado ese día… toma esta onzas para el camino, y esta jarra de vino para calentarte. Te deseo Suerte…
Así Etrëus tomó de nuevo el camino de las montañas, cada vez más profundas, y confió en que el Rey TrOsh pudiese ayudarle. Él era conocido por sus consejos y sabias palabras, nadie como él podía sanar sólo con una frase. Y allí llegó tras cinco días de marcha.
El pequeño pueblo donde habitaba olía a flores frescas, a gotas de rocío en la hierba y a humeante caldo caliente. En la puerta le esperaba el Rey… como si hubiese adivinado la desesperación de aquel nuevo visitante antes de su llegada.
Allí quedaron sentados los dos, largas horas acompañados de aquel fresco olor a Vida y caliente caldo que recomponía el alma y el espíritu. Y TrOsh escuchó y escuchó mientras dibujaba algo en una especie de papel pergamino, la mirada cada vez más agachada frente al dibujo. Cuando terminó de escuchar, se levantó y le dio un gran abrazo a su visitante. En ese momento una lágrima cayó en el suelo… era del Rey.
-No puedo ayudarte Etrëus… es la primera vez que no sé cómo hacerlo. Sin embargo sé de alguien, una persona realmente Inteligente, que sabe cómo aplacar todos los males de este mundo. Es una persona dulce y sus años de experiencia son insuperables… tienes 10 jornadas de camino, toma esta carne y esta bebida.
Y así tomó de nuevo el camino de las montañas… y luego fueron los caminos de los mares, de los desiertos, de los oasis, de las playas, de las aldeas y ciudades, de los montes y caminos visitando a reyes, Dioses, Magos, Mentores, Sabios… hasta que alguien le recomendó a una persona que Siempre había concluido aquellos problemas a los que se había enfrentado. Vivía al borde de un acantilado, el más alto conocido… y allí llegó tras años de caminos.
Y allí le esperaba en la puerta, como si hubiese sentido la desesperación de su visitante. Y le acogió, le dio de comer, de beber, y escuchó toda su historia con paciencia… y tras unas horas, levantó la mirada hacia Etrëus y le dijo…
-Puedo ayudarte… Antes tengo que quitarme esta túnica negra, apoyar la hoz con la que trabajo para que mis manos estén libres y así acercarte al precipicio que hay en mi jardín… ¿vienes? … "
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2 comentarios:
Gracias por tus palabras...están llenas de vida y con ellas, inundas los oscuras esquinas del alma!!
Mercie Rafix!!!! ...Mercie!*
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