viernes, 26 de diciembre de 2008

Cuento por Navidad

"La niña que quiso ser un ángel"

Todos los niños empiezan muy pronto a dibujar pequeños deseos de lo que quieren ser de mayor. Muchas veces para seguir a sus ídolos, para ser héroes, para ser como sus padres, para ser algo… para ser alguien.

Ersia también sabía lo que quería ser de mayor, y lo supo desde muy pronto, antes incluso de tener el vocabulario suficiente para poder decirlo. Sin embargo, pronto empezó a ver que los mayores, cuando decía que ella de mayor quería ser un ángel para ayudar a la gente y hacerles felices, no sólo no le hacían caso sino que además en su cara se reflejaba demasiadas veces la angustia que sentían por pensar que no tenía los pies en la tierra, y así fue como dejó de decirlo, y empezó a mentir para contentar a los demás.

-“Quiero ser médico… abogado… profesora…” decía Ersia con una sonrisa. Sin embargo, ella sonreía de verdad, porque su corazón no le mentía, quería ser un ángel.

Así en secreto pasaron los años, y consiguió la aprobación de sus padres, cursó sus estudios, buscó trabajos estables, hizo una adecuada vida social, evitaba los problemas y ayudaba a toda la gente que podía en sus pequeñas metas… así, en secreto.

Un día Ersia creció lo suficiente para enfrentarse a su realidad, y tomar una decisión. Buscó refugio en su interior, buscó un espacio de reflexión, se apartó de todos y de todo, en horas interminables de pensamientos sin freno y freno de pensamientos. Y lo decidió… sería un Ángel.

-Pero, ¿cómo hago para convertirme en un ángel? – Se preguntó. La respuesta estaba en su interior, y ella lo sabía. Todos esos años había estado buscando a otros ángeles, observándoles, preguntándoles en las escasas ocasiones en las que te encuentras con uno, leyendo las enseñanzas de los predecesores, estudiando… convirtiéndose en lo que siempre quiso ser… para ayudar a los demás.

A los ángeles se les identifica fácilmente, siempre sonríen en su interior, aunque lloren son felices, pasan desapercibidos, son bondadosos y generosos, saben cómo sacarte una sonrisa, saben cómo y cuándo ayudar, los hay menudos porque no comen suficiente (los ángeles comen de las sonrisas que reciben), y también los hay rechonchos (¡estos están muy felices!), aparecen y desaparecen, porque siempre tienen mucho trabajo que hacer, y todo a su alrededor es sencillo y armonioso.

Ersia se hizo mujer, y como por desgracia les pasa a muchos personas que van por el mismo camino de convertirse en ángeles, la tristeza de ver las vidas infelices de las personas que no luchan, que no buscan un sentido, vidas sin vida, muertas, grises, apagadas… empezó a apoderarse de ella, tanto, que empezó a sentir que moría de pena. ¿Qué le estaba pasando? ... era una de las pruebas que tienen que pasar todas aquellas personas que deciden convertirse en ángeles, pero ella aún no lo sabía.

Muchos ángeles paran en ese punto la búsqueda de su sueño, pero Ersia decidió seguir adelante. Sacó fuerzas y deseó desde su interior ser un ángel! Siguió aprendiendo, siguió trabajando y siguió buscando, y así fue como un día de primavera cuando el sol brillaba en lo alto, a Ersia le fue concedido un regalo por lo bien que había trabajado, su propio guía.

Los ángeles, cuando están en el proceso de convertirse, tienen el privilegio de tener un acompañante que les enseñe su oficio y les haga el camino más fácil, y el de Ersia era el Gran Tridos.
Tridos nació ángel, el primer ángel puro, y su misión siempre estuvo reservada en secreto, nadie, tan sólo Él y sus padres sabían la identidad de la persona a la que acompañaría, y así llegó el día de bajar a la Tierra, …un día de primavera cuando el sol brillaba en lo alto.


Ersia y Tridos fueron felices siempre, recorrieron caminos imposibles para acometer las misiones más maravillosas que sólo los ángeles pueden tener encomendadas, para ayudar a las personas que necesitan una sonrisa nueva para salir adelante. Tuvieron dos hijos maravillosos a los que enseñaron todas las cosas importantes de esta vida, a los que quisieron con el mismo amor que ellos se entregaban… y los dos quisieron ser ángeles.

A ellos, les enseñaron una de las cosas más importantes que tendrían que saber para ser ángeles en la Tierra, porque ellos tenían una de las misiones más valoradas, misiones que sólo los ángeles nacidos en la Tierra pueden tener...

Les enseñaron que si sonríes a una persona triste, eliminas un pequeña parte de su tristeza, pero si además sonríes a una persona alegre, esa persona te regala un poco de su alegría. Esa es la forma en que se alimentan los ángeles para poder sobrevivir, porque comen de las sonrisas de los que le rodean… y si sólo tienen tristezas a su alrededor, podrían morir de pena, y desaparecerían los ángeles del planeta, los mismos que nos ayudan cuando tenemos problemas, cuando no sabemos dónde encontrar las alegrías, cuando tenemos un sueño que queremos alcanzar, cuando estamos tristes, cuando perdemos a alguien... Eso es lo que hacen los ángeles, ¿no te has encontrado con alguno a lo largo de tu vida?

-¡Ojalá supiesen esto los humanos!, decían los dos hermanos.

Y así pasaron los años, hasta que llegó el día en que Tridos tenía que irse para dejar a Ersia en su última fase del proceso, para convertirse definitivamente en ángel… la fase de la Felicidad.

Esa fase se vive en soledad, porque es para disfrutar, para revisar lo vivido, para decir a todas las personas que han acompañado el camino “gracias”, para dar abrazos y para recibirlos, para escuchar el silencio, y apagar los ruidos, para pensar, y para no pensar, para saber... que la vida tiene sentido, el que uno mismo se marca. Y Ersia sabía donde pasaría esa fase... en su playa, la que tanto soñó, con una pequeña casa en la orilla, una zona muy tranquila, llena de colores donde la gente sonríe y sabe recibir las sonrisas... allí pasaría la fase de la felicidad.

Ya siendo viejecita, un día, frente a la playa que tantas veces había soñado, recostada en aquel viejo sofá de madera, respiró tranquila, feliz, satisfecha… y cerró despacio los ojos, ya cansados.

En ese momento, algo brotó de su espalda… eran dos alas blancas hermosas, hechas a su medida, tan brillantes por el sol que parecían deslumbrar, y un plumaje suave ...precioso, abriéndose lentamente, para llevar a Ersia, donde ella siempre quiso estar, en la casa de los ángeles, donde sólo se vive en bondad, generosidad, alegría y ganas de ser feliz.
Ersia sonrió… como nunca había sonreído, y voló!

Hoy los hijos de Ersia y Tridos transmiten su mensaje, para que los humanos sepan distinguir a los ángeles, y a los que están en camino, para que nunca mueran y sigan ayudándonos cuando tenemos problemas.

A los ángeles se les identifica fácilmente, siempre sonríen en su interior, aunque lloren son felices, pasan desapercibidos, son bondadosos y generosos, saben cómo sacarte una sonrisa, saben cómo y cuándo ayudar, los hay menudos porque no comen suficiente (los ángeles comen de las sonrisas que reciben), y también los hay rechonchos (¡estos están muy felices!), aparecen y desaparecen, porque siempre tienen mucho trabajo que hacer, y todo a su alrededor es sencillo y armonioso.

Si ves un día a un ángel, si te cruzas con uno de ellos y está triste... dedícale una sonrisa para que vuelva a respirar, y si está feliz... con más intención si cabe, para que pueda seguir ayudando a mucha gente...,
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¿Y tú, te has encontrado con algún ángel?... Sonríe entonces.

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